
Francisco Jarauta
(Zaragoza, 1941).
Catedrático de Filosofía de la Universidad de Murcia. Ha realizado estudios de Historia, Historia del Arte y Filosofía en las Universidades de Valencia, Roma, Münster, Berlín y París. Profesor invitado de universidades europeas y americanas, sus trabajos se orientan especialmente hacia la historia de las ideas, la filosofía de la cultura, la estética y la teoría del arte. Entre sus numerosas publicaciones podemos citar La filosofía y su otro (1977), Fragmento y totalidad: los límites del Clasicismo (1988), La crisis de la Razón (1985). Editor de Pontormo, L.B. Alberti, J. Ruskin, S. Mallarmé, Paul Celan, entre otros. Director de la colección Arquilectura. Ha sido vicepresidente del Patronato del MNCARS y actualmente forma parte de la comisión asesora del Centro Andaluz de Arte Contemporáneo y de la Fundación Botín. Ha sido comisario de exposiciones como Arquitectura radical (2002), Microutopías: Arte y Arquitectura (2003), Matisse y La Alhambra (2010), El hilo de Ariadna (2012), etc. Participa en el grupo Geo-philosophie de l’Europe y es coordinador del Grupo Tánger.
«Tristán e Isolda: Drama y transfiguración»
Peter Szondi en su Teoría del drama moderno insiste en la centralidad de la forma del drama en la génesis de la modernidad. Atento a la tradición alemana que iba de Lessing a Schiller, sin olvidar la relevancia del Trauerspiel que tanto fascinará a Walter Benjamin, Szondi sitúa un nuevo escenario como es el que se deriva de la recuperación de las tradiciones del Medievo por parte del Romanticismo alemán y que impregnará la cultura alemana hasta la muerte de Wagner en Venecia en 1883. Fue Wagner sin duda alguna el que desde presupuestos estéticos y musicales nuevos abordará ya desde el Tannhäuser la búsqueda de «la obra de arte total» (Gesamskunstwerk), como síntesis de todas las artes poéticas, visuales, musicales y escénicas que ya había planteado en ensayos de 1849 y 1850 hablando de «la música del futuro». Desde 1854 hasta 1859 Wagner trabajó en el poema y música de Tristán e Isolda. El descubrimiento de la obra de Schopenhauer da a su trabajo una dirección más plena, tal como confiesa a Liszt en la correspondencia de aquellos meses: «… de día en día avanzo hacia un caos indescriptible…» que arrastrará todos los órdenes de la composición con un nuevo cromatismo y hará del Tristán e Isolda la obra en la que cumple la lenta destrucción del sistema tonal, mediante sus cada vez más complejas agregaciones sonoras. Unas secuencias de acordes sin resolver, ya presentes en obras anteriores, pero que aquí se hacen dominantes dando lugar a un flujo de sonidos de una violencia anhelante, que transforman la acción dramática como en un éxtasis que hallará su consumación en el acorde final que concluye la obra.