Eduardo Arroyo

MIGUEL RETAMERO

El 14 de octubre a media tarde nos enterábamos de que había muerto Eduardo Arroyo. No es necesario extenderse

sobre el compromiso que mantuvo toda su vida con la cultura y el pensamiento, ni tampoco sobre su afición por los toros, la que le llevó a pintar el cartel para la corrida Goyesca de 1999. En estos días los diarios han dado buena cuenta de todo esto.

Sin embargo nos gustaría reproducir parte de una conversación mantenida entre Eduardo Arroyo y Félix de Azúa en la fundación Juan March durante una entrevista un tanto sui generis. Al recordarla ayer comprobamos que, curiosamente, tratan la relación entre el artesano y el arte, unos de los temas claves del pasado encuentro.

Esta charla tuvo lugar, además, el 14 de octubre de 1999.

El artesano, capítulo 3:

Félix de Azúa (FA): Usted ha hecho de todo, caricatura, dibujo callejero, ilustración de libros, pintura de caballete, escenografía para ópera, escultura, seguramente logos publicitarios…

Eduardo Arroyo (EA): Sí

FA: Ah, ¿También? Perfecto. Contra la santidad del artista predicada por el mandarinato del siglo XX, a usted no le avergüenza en absoluto a realizar obra popular, y diría incluso que le gustaría hacer obra populachera, aquí me arriesgo…

EA: sí, sí.

FA: Ah, sí? Perfecto. Sé, además, de buena tinta, que le fascinan los encargos incluso que le fastidia que, en general, no hayan más encargos. Hay tal presión sobre lo tremendamente intelectuales que son los artistas que incluso muchos empresarios se quedan un poco parados, como diciendo “Cómo voy a encargarle yo…” cuando en realidad deberían estar encargando todo el día, como en los países bajos. Como en las bodegas renacentistas en su taller se hace de todo, ya prácticamente sólo le falta hace un traje de novia, es una sugerencia

EA: Lo he pintado, sí sí, lo he pintado

FA: Ah

EA: Pero volvamos a eso luego, que me interesa mucho lo de la costura.

FA: Una posición como la suya entre los medios se suele calificar de anti-intelectual, sin embargo usted, y esto es algo que todos compartimos, es un intelectual de tomo y lomo. Un pintor que no sólo lee abundantemente sino que también escribe. […] En diez minutos que tenemos, podría usted aclararnos esta cuestión sobre el artesanado?

EA: Sí, reivindicar ser artesano. Fíjate hay una cosa muy curiosa; yo lo que no olvidaré nunca es la formidable formación que tuve en París cuando llegué. Yo vivía en Montparnasse. había dos cosas absolutamente incomprensibles hoy, había dos barrios, muy precisos, que estaban divididos por la Rue des Rennes: Montparnasse que era completamente pictórico, allí no iban nada más que los pintores, y por otro lado se bajaba, se atravesaba el Boulevard Raspais y se bajaba hasta Sant Germain-des-Prés donde era todo casas de edición, la cosa literario etcétera.[…] yo creía que el arte iba a ser siempre igual, que los abuelos se ocupan de los hijos, los hijos se ocupan de los nietos, los nietos de los bisnietos, poco a poco, esa cadena que no se ha interrumpido nunca en realidad, esa relación afectiva, esa especie de selección natural. Los viejos duros de la época si tú tenías algo en la cabeza te ayudaban.  Las habían pasado canutas pero te ayudaban. Pero te comunicaban una cosa magnífica que era el oficio y entonces los viejos te decían “on va parler métiers”: vamos a hablar de oficio. A mí me parece fantástico, se hablaba de oficio. Entonces se hablaba desde el vendedor de colores que hacía crédito a cómo se hace un glacis. Y una de las cosas que no olvidaré jamás y eso sí se lo he agradecido mucho es que lo primero que tenías que hacer era aprender a pintar grande.

FA: ¿Grande?

EA: Grande.

Podcast completo: https://www.march.es/conferencias/anteriores/voz.aspx?p1=22686

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