CARMEN MORALES
Un evento de live-coding es altamente reconocible por dos elementos: el live-coder sentado
en el escenario delante de su ordenador y una pantalla en el fondo proyectando todo lo que éste programa en directo, la fuente de todo lo que está sonando.
Aunque es difícil localizar un momento de inicio, ya que el desarrollo informático siempre ha estado ligado al uso de sistemas para hacer música, el Live-coding no es una práctica nueva. Empezó a desarrollarse como práctica performativa entre el final de los 80 y el inicio de los 90 con el live-programming, aunque hasta los 2000 no aparecieron las primeras personas editando código en directo mientras hacían música.
Dentro del Manifiesto del grupo TOPLAP, el primer grupo de live coders en el mundo, base del movimiento, encontramos que entre sus proclamas demandan un acceso directo a la mente del creador, es decir a los procesos internos creativos de cada live-coder, mostrando sus pantallas, sus algoritmos, funciones y rutinas. El algoritmo es el pensamiento creativo abstracto y lo que observamos en las pantallas, las llamadas chainsaw, son las herramientas que utilizan para desarrollar dicha idea.
Un creador de esta índole es un artesano en tanto en cuanto que no solo crea algo de la nada, de una idea o pensamiento, a partir de materiales de su elección (lenguajes de programación, por ejemplo), si no que además incorpora una parte de sí mismo en todo lo que hace. Vincular el proceso de escritura algorítmica con el producto de dicha escritura, los sonidos resultantes, generan una suerte de dicotomía temporal entre la herramienta y el producto (Gutiérrez, 2010).
En la Grecia Arcaica se honraba como civilizadores a quienes combinaban la cabeza y la mano. Éste era el artesano como demioergos, concepto compuesto a partir de público (demios) y productivo (ergon) (Sennett, 2009). “Y es que la civilización en sus formas, no e solo cosa mentale, es proceso, es trabajo, es construcción. Y en ese proceso y construcción van apareciendo multitud de relaciones” (Jarauta, 2018). Si pensamos en este concepto en relación con la filosofía del live-coding, nos damos cuenta de que estos nuevos creadores no sólo son programadores, artistas, o músicos, si no que son artesanos. Artesanos digitales que representan un nuevo tipo Craftsman propio de la sociedad digital actual.
Todos los sistemas de lenguaje que se utilizan en el Live-coding (Supercollider, Chuck, Impromptu…) son free software. Este entorno crea una gran comunidad de personas que trabajan en él de forma conjunta a través de foros o mailing-list, igual que ocurre, por ejemplo, en el entorno Linux. Esta naturaleza de vínculo comunitario era propia de los antiguos demioergoi griegos.
En el entorno del live-coding es habitual el uso de sobrenombres o identidades digitales que fácilmente pueden asemejarse a la impersonalidad propia del artesano antiguo. Todos ellos, unidos a través de sus habilidades y de un sentimiento de experimentación, trabajan conjuntamente por el progreso y desarrollo de lenguajes y nuevas formas de creación a través de la programación en vivo.
Como demioergoi digitales la solución de problemas y su descubrimiento es parte fundamental de su trabajo, característica propia del trabajo artesanal. El hecho de que se proyecte en directo el proceso de programación pone de manifiesto la habilidad del live-coder de desarrollar un pensamiento estructurado y la resolución de algoritmos, y nos hace a todos nosotros, espectadores/oyentes, partícipes de estos procesos. Ello convierte a estos eventos en actos subversivos y, por lo tanto, innovadores, si pensamos en el funcionamiento de la sociedad actual en el que no siempre podemos observar el proceso de construcción, sino, tan solo, el producto.
Ello no solo ocurre a nivel social. Como enunció el profesor Jarauta en su conferencia durante el Encuentro de este año, “Toda la estrategia museográfica y de alguna historia del arte profundamente positivista ha intentado sacar a la obra de su proceso. Cuando vemos un ánfora micénica como pieza de una gran colección parece que es absoluta, no hay, nunca podemos ver esas manos” [del artesano].
Igual ha ocurrido con la música. En la actualidad, generalmente, en cualquier estreno de música electroacústica académica o generada por ordenador, el público es un oyente que se enfrenta directamente al producto, no es partícipe del proceso. Quizás tengan una explicación previa por parte del creador exponiendo los recursos técnicos o estéticos que forman parte de esta obra sonora, pero el público, como observador, no suele participar en el proceso de creación en vivo.
El live-coding no solo nos da la oportunidad de ver cómo sucede y se realiza la pieza, si no que nos enseña cómo funciona el pensamiento del creador a través del lenguaje de la programación. Nos abre, como espectadores y oyentes, una nueva dimensión a nivel experiencial y estético mucho más complejo y potente. No solo podemos ver cómo el alfarero crea una pieza, si no que podemos observar activamente cómo se produce desde su origen, desde su pensamiento. Cómo se construye el escenario en el que aparece la técnica propia de este artesano. El error (los crashes), los problemas son parte de la performance, al igual que su detección y resolución.
Siguiendo paralelamente el discurso de Sennett, tras la época Arcaica, Grecia experimentó una devaluación de la figura del artesano. Y fue Platón quien volvió a preocuparse por su revalorización cambiando el concepto clásico de jeirotejnon (trabajador manual). “[Platón] Remontaba la habilidad a la raíz lingüística de poiéin, que significa «hacer». Es la palabra de la que deriva poesía (…) Toda artesanía es trabajo impulsado por la calidad; Platón formuló este objetivo como la areté, el patrón de excelencia, implícito en todo acto: la aspiración a la calidad impulsará al artesano a progresar, a mejorar antes que a salir del paso con el menor esfuerzo posible. Pero, ya en su época, Platón observaba que aunque «todos los artesanos son poetas… no se les llama poetas, tienen otros nombres».” (Sennett, 2009)
Esta areté, la encontramos también en los entornos de programación de código abierto, el deseo común del logro de la calidad, la marca de identidad de cualquier artesano. Pero es que, además, al igual que ocurre en la poesía “el valor estético del código se encuentra en su ejecución, y no simplemente en su forma escrita”. Es por ello que un live-coder no es simplemente un programador o un artista, representa una nueva figura de artesanía en el que muestra todo su pensamiento cognitivo y sus procesos de creación, además de la utilización de sus habilidades, a través de la programación de música en vivo. Una nueva forma de artesanía digital.
Como fuertes representantes de este movimiento en el entorno iberoamericano, desde distintos puntos del planeta, podemos encontrar a Alexandra Cárdenas, Lina Bautista, la comunidad Livecodemad (La Verbena Electrónica, r.phllux.d, anomia, b1tdreamer y Aurora Steve), Iván Paz, Rukano (Juan Antonio Romero), Benoît and the Mandelbrots o del cuarteto Grainface.
BIBLIOGRAFÍA
Cox, G., McLean, A., Ward, A. (2001). “The Aesthetics of Generative Code.” http://generative.net/papers/aesthetics/
Gutiérrez, C. O. (2010). “Live Coding como recurso para la Interpretación Musical”. Universidad Autónoma de México
Jarauta, F. (Julio, 2018). “Las manos del Artesano”. Conferencia presentada en el XV Encuentro de Música y Filosofía. Ronda, Málaga.
Magnusson, T. (2011). “The ixi lang: A SuperCollider Parasite for Live Coding», Proceedings of ICMC,
Senett, R. (2009). “El artesano». Barcelona: Anagrama
Toplab: https://toplap.org